A pocos meses de la Elección Presidencial: ¿Qué Producto Político hay en el mercado?
Por: Carlos Jibaja Zárate
Director de Salud Mental del CAPS
La disfunción del sistema político en el país es un mal tan inveterado que pareciera estar escrito en nuestro destino a la manera de la Grecia antigua: condenados inexorablemente al mal gobierno.
La disfuncionalidad se expresa entre otras formas: por la carencia de partidos políticos con representación nacional, por la falta de elecciones internas y del relevo de liderazgos dentro de los partidos, por la ausencia de claridad ideológica que diferencie a un partido político de otro, por entender una curul parlamentaria como objeto de cambio mercantilista, por la corrupción, transfuguismo y lenidad ante los delitos y faltas, por el desprestigio del servidor público en general… y la lista sigue y sigue.
No se trata de una crisis pasajera, es una situación sociopolítica enraizada en nuestras carencias institucionales y la complejidad de los cambios sociales y tecnológicos acentuada en las últimas dos décadas. Bagua, Petroaudios, Essalud, en este año, son tres de las escenificaciones más sonadas de la alta tensión entre una sociedad en pleno cambio y la precariedad del intercambio social en sus relaciones políticas.
El sistema político del país debe responder a la forma en que nuestra sociedad está articulando las relaciones de producción contemporáneas, a la forma como las relaciones sociales están asimilando rápidamente grandes sectores informales de la población tanto urbana como rural, excluidos por siglos. El Perú de hoy se está formalizando a trompicones y manazos, pero viene haciéndolo. Por su parte, la opinión pública guarda la aspiración de tener instituciones que reflejen y sean expresión de las nuevas maneras de subjetividad y de sus enlaces sociales, todavía tan cargados de racismo, clasismo y todos esos “ismos”, incluido Asia (en Lima).
El mundo está cambiando vertiginosamente al compás de touch screen de las herramientas informáticas, de los grupos mediáticos, de la globalización, de la voracidad por el consumo de la sociedad del espectáculo. Las identidades sociales que hacían del partido político, del gremio, de la asociación, del sindicato, del club provincial baluartes del sentido de pertenencia y la transmisión ideológica están dando paso al individuo de los lazos sociales mediatizados en y para el consumo personalizado. Sin necesidad de relacionarse presencialmente con otras personas, los individuos “están vinculados” de manera virtualmente omnipresente “en el lugar y con las personas donde los hechos ocurren”. La televisión, las redes sociales, las noticias que vuelan de manera instantánea entre hemisferios y mares, nos confieren la experiencia virtual de estar interconectados en una aldea nacional, regional y global.